terça-feira, 13 de setembro de 2011

48 (3)- OS GUERREIROS LIVRES

OS GUERREIROS LIVRES 

 LOS GUERREROS LIBRES

            Los montes, más allá de la alta frontera natural, aunque seguían extendiéndose al norte y al sur, iban descendiendo por el oeste hacia una sucesión de valles y colinas siempre verdes, poblados de aldehuelas de chozas circulares de piedra, techadas con conos de paja entrelazada y separadas de las otras, ya que cada una de ellas estaba rodeada de sus propios establos para animales o campos de cultivo.
Vivían en aquellas aldeas gentes individualistas, bien alimentadas y muy hospitalarias. En ésta zona las castañas habían sustituido a las bellotas como alimento básico, aunque había de todo lo que el bosque nórdico da. Para ser la tierra más próxima al País de los Muertos, todo parecía convidar a la vida en ella.
Se veía que la Fraternidad de Guerreros-Lobo era muy respetada y tal vez no menos temida en la región. Cuando llegaban a los poblados, las jefas de familia rivalizaban por ser las primeras en ofrecerle a Aito su casa y su mesa.


Aquella noche, ante muchos lugareños reunidos, iluminados por dos grandes hogueras prendidas en la plaza central del mayor pueblo por el que habían cruzado hasta ahora, participaron en la celebración de la fiesta del Guía de los Caminantes o  Señor del Gran Camino,  Luh, que era como los Gal denominaban (de forma general, por supuesto), a su propia idea del dios Hermes, que tenía el lobo como tótem.
Después de que media docena de peregrinos presentes fueran agasajados por la comunidad, siéndoles colocadas guirnaldas de flores alrededor del cuello por las más lindas doncellas, también el Consejo de Ancianas honró a los Brigmil por su defensa de la Ruta Sagrada ofreciéndoles un regalo simbólico: una enseña ligera sujeta a una lanza de punta de hierro en la que se veían, bellamente bordados por las mujeres del pueblo, dos lobos negros rampantes que, apoyados sobre el tronco de un frondoso árbol, se alzaban sobre sus patas traseras para disfrutar de la fruta que pendía de él. Con la cual, dijo la anciana Madre local, se les deseaba de todo corazón que siempre les fuese propicia, agradecida y abundante la tierra que tan dedicadamente vigilaban y guardaban.
La recogió, inclinando la cabeza ante ella con dignidad ibérica en nombre de su Fraternidad, “El Que Dice La Palabra”, ante toda la compañía en impecable formación. Luego, para corresponder, ordenó con un parco gesto que los ocho miembros más jóvenes de la Fraternidad, los lobeznos, como les llamaban los veteranos, danzaran una danza guerrera entre los fuegos, mientras el resto de sus compañeros acompañaban  con sus cánticos, al compás de un bombo y dos tambores, batiendo todos el suelo rítmicamente con los cantos de sus lanzas.
Fijando sus escudos redondos y cóncavos con bandas sobre el pecho, los lobeznos los hicieron resonar a un ritmo rápido y potente con las palmas de las manos, mientras  cantaban bien afinados con sus compañeros, al tiempo que taconeaban, daban grandes saltos, maniobraban como caballos y hacían y deshacían figuras geométricas en formación, que variaban al compás de los cambios marcados por la percusión de su compañía; desplegándose o replegándose, o formando círculos defensivos, o avances imponentes, o juegos de protección en pareja, lanzando golpes combinados hacia todos los lados mientras se mantenían espalda contra espalda, con una sincronicidad sorprendente y con gracia marcial, plena de fortaleza. Todo esto, manteniendo siempre la cabeza erguida y elevando mucho cada pierna, sin contonear la cintura jamás, lo que parecía ser una característica fija de las danzas viriles en Iberia, formando parte de sus conceptos estéticos referidos al propio honor.
A continuación el cántico de los lobeznos se convirtió en andanadas de mantralización repetitiva en aquella lengua desconocida a ritmo cada vez más intenso y acelerado,  entonces sacaron sus espadas y siguieron cruzándolas arriesgadamente a saltos y haciéndolas resonar con precisión y rotundidad entre los pasos del bailado, que era un perfecto tamborileo variado y sincrónico de sus tacones sobre el suelo..  El ritmo mudaba  según daba la orden un mínimo gesto del comandante, bien suavizándose, o acelerádose de nuevo, dibujándose en el aire un silencio en los momentos de mayor virtuosismo esgrimista, o saliendo de él con el refuerzo de la estruendosa tamborada guerrera y el restallar de unos címbalos de bronce con que sus compañeros multiplicaban la intensidad sonora de los golpes de las espadas, mientras las muchachas del pueblo los jaleaban y admiraban sonriendo maliciosamente, haciendo comentarios entre ellas y nombrando a sus preferidos. Los lobeznos terminaron su danza en seco con una invocación colectiva en la que bramaron juntos el nombre de los dioses Banda y Luh y con la típica genuflexión altiva ibérica ante los presentes, quedando inmóviles de pronto y de brazos abiertos, lo que arrancó un torrente de aplausos.
Después del fastuoso banquete que les ofreció la comunidad, del que los Brigmil se sirvieron  con la misma frugalidad que durante  el viaje, dejando sin tocar carnes y alcohol, Orfeo cantó ante el fuego en lengua franca un corto poema, seleccionado de entre los que le había oído a Jacín y adaptado a su propio estilo, en el que describía los amores de Hércules y Pyrene y la muerte del gigante Gerión, que fue más aplaudido de lo acostumbrado por los asistentes.

Cuando luego le preguntó a Turos por qué les había gustado tanto, el guerrero le respondió que la tierra donde Hércules mató a Gerión, un antiguo tirano invasor del país de los Gal, era, precisamente, Brigantia, la tribu de varios de sus compañeros, establecida en una comarca costera un poco más al norte que el Cabo del Fin del Mundo. Y añadió una historia:
-El año pasado, después de que los Brigmil hubimos ayudado al Jefe de Guerra de los brigantes y a sus hombres a defenderse de una incursión de una flotilla de piratas a sus tierras, hubo una gran fiesta de celebración durante una luna llena de invierno, en la que “Los Que Saben” nos hicieron comulgar a todos con la Bebida Sagrada tras haber quemado largamente en ella cuanto eran elementos impuros y todos la tomamos, como es costumbre, aún caliente...
-¿Quienes son “Los Que Saben” y qué es la Bebida Sagrada? -interrumpió Orfeo.
-“Los Que Saben” son los guardianes de las tradiciones de las tribus, entre los cuales hay bardos como tú, que pueden repetir de memoria las historias de nuestro linaje durante cientos de generaciones y que instruyen a los jóvenes; o personas que entienden de hierbas o curaciones, o como preparar ritualmente la Bebida Sagrada. De la Bebida Sagrada no te puedo decir mucho... no es algo para contarse, sino para vivirse. Si pasaras suficiente tiempo entre nosotros, acabarías siendo convidado a compartirla, porque uno de sus usos es el de fortificar las relaciones de fraternidad, camaradería y amistad.
            Orfeo sospechó que Turos no quería extenderse sobre el asunto, sin duda era un tema más de los que pertenecían a la cultura íntima o mágica de los Gal, que no debía revelarse a los extraños.
-...Decías que “Los Que Saben” os hicieron comulgar a todos con la Bebida Sagrada... –apuntó, para regresar al hilo de la narración.
-Pues sí. Pero Aito fue preferentemente honrado por ellos, que le hicieron beber una preparación mágica especial. Tras un cierto número de libaciones rituales, se retiró a concentrarse en soledad cuando sintió que su trance comenzaba. El lugar de poder que su guía interior escogió para vivirlo fue, precisamente, la cima de la torre de piedra de tres pisos que Hércules había construido sobre el cadáver de Gerión, que el jefe de guerra local, Breogán, había después  fortificado y alzado cuatro pisos más alta  y que servía para señalar la entrada del puerto de Brigantia a los navegantes. Aito que era el más joven de sus diez hijos, adoraba desde niño contemplar el mundo desde allá arriba e imaginar que un día descubriría lo que se ocultaba tras las nieblas del horizonte, así que fue ascendiendo escalón tras escalón de la larga escalinata espiral , al tiempo que subía en él el efecto de la bebida.
Llegó a lo alto y fue como cruzar un portal a otras dimensiones, a vidas pasadas y a vidas por venir. En mitad de su trance, Aito se asomó a la baranda de piedra por el lado norte y la apertura de su ojo visionario pudo vislumbrar, allá en la distancia bajo el claro de luna, la silueta lejana de una isla  mágica en medio del océano.
Nos dio grandes voces y todo el mundo salió y le rodeó al pie de la torre. Aito,  canalizando a  Navia, que es la diosa general de las aguas y la guía de los héroes hacia las Islas de los Bienaventurados, profetizó que los primitivos habitantes de aquella Isla Sagrada, un bello pueblo de hadas, elfos  y duendes, habían sido obligados a retirarse al mundo intraterreno por varias oleadas de soberbios y violentos invasores, que no sólo gobernaban despóticamente, sino que incluso no paraban de luchar entre sí por el poder.
Las trinidad de diosas mantenedoras del espíritu y misión de la Isla estaban dolidas de verla en tales manos y enviaban un pedido de auxilio a los  Brigmil para que viniesen a poner paz y para que plantasen la semilla de una nueva comunidad, al estilo de la de Milesia.
Aseguraban que allí aquella semilla crecería fértilmente durante muchas generaciones y que, desde la Isla Sagrada  como plataforma, serían influenciadas por la espiritualidad  guerrera y el arte de los Brigmil innúmeras personas de las Casitérides, de todo el continente europeo y de muchísimos lugares del mundo aún por descubrir, lo que supondría una enorme transformación de media Humanidad , entanto que buena parte de la otra media sería igualmente influenciada  y transformada por los descendientes de los Gal que quisieran permanecer en Iberia, si continuaban siendo dignos guardianes y anfitriones del Camino de las Estrellas y si se atrevían a seguir el navegar del Sol más allá de los abismos oceánicos que se lo tragaban al atardecer..

-En aquella misma fiesta se encontraba nuestro Maestro Amerguín y con él, dos ancianos y una anciana, personas que los Brigmil consideramos dignos instructores, muy respetadas por su alto conocimiento, que recordaron leyendas antiguas que hablaban de una isla verde, al norte, La Isla del Destino, a donde en épocas muy lejanas habían ya emigrado los antepasados de los Oestrymnios. Y también recordaron que los remotos armoricanos y los albiones habían hablado de las islas “Iberias del Norte” a los navegantes galaicos que llegaban por allá en sus barcos de cuero en busca de estaño, para vendéselo después a los tartesios, cretenses o fenicios. Esas “Iberias del Norte”, las llamaban algo así como Hibernia  o Hébridas, para distinguirlas del país de los Íberos del Sur, que con ese nombre conocen la tierra donde nosotros vivimos.
Amerguin explicó entonces que  la Madre Tierra es un ser vivo, y que, en cada ciclo, nuevos centros energéticos despiertan en su cuerpo etérico para atraer a los pioneros de la Humanidad, para instruirlos y producir en ellos grandes transformaciones, que supongan la materialización sobre la tierra de nuevas formas de comportamiento que reflejan arquetipos emanados de los Planos Divinos, y que acabarán haciendo grandes descubrimientos y creando nuevas civilizaciones.
Añadió que los antiguos Arianos que desde el Asia Profunda buscaron el Océano, traían, como una instrucción del Manú fundador de la Raza, el conocimiento de que el centro más elevado de los Pirineos y el litoral de los Gal eran dos de esos vórtices energéticos, que había otro, todavía  adormecido, siguiendo el litoral oceánico de la Península Ibérica hasta el extremo Sur, y otros tres inactivos hacia el Norte, allende el mar, en el litoral de la Armórica y en las Casitérides,  El que acababa de ver Aito en su visión debía ser el séptimo, tal vez el que provocaría el despertar de todos los demás aún latentes,
-Desde entonces –terminó Turos-,  el Caudillo Breogán y aquellos instructores nuestros,  junto con veinticuatro guerreros Brigmil, que continuaron allí, defendiendo las costas, mientras nosotros resolvíamos conflictos que bloqueaban el Camino de las Estrellas, están entrenando a un grupo de expertos marinos brigantes y equipando tres naves capaces de resistir las fieras tempestades de los mares del Norte. Sólo están esperando a que nosotros lleguemos, para que tripulemos la primera expedición  exploradora.
…Por supuesto que los Brigmil queremos ir los primeros en ella, junto con Aito, a fin de confirmar la ruta, de ofecernos a arbitrar una paz justa ente los habitantes, asunto en el que ya hemos tenido buenas experiencias,  y de obtener después su permiso para que los barcos brigantes puedan intercambiar con ellos y para el establecimiento de una comunidad como la nuestra en su territorio.
-¿Es Aito, entonces, el heredero del jefe de los brigantes? -preguntó Orfeo para asegurarse, pues ya había percibido, hacía bastante tiempo, que, cuanto más al oeste, menos se parecían las costumbres sociales de las tribus de Iberia a las de las civilizadas naciones mediterráneas.
-No, no. Si alguno de los hijos de Breogán heredase su cargo, será aquél que los brigantes escojan por su mayor capacidad reconocida para ser jefe de guerra.
-No sé como serán sus hermanos, pero está claro que Aíto es un caudillo de guerra sin igual.
-Aito renunció a tener compromisos con su familia y con su patria cuando se consagró como guerrero Brigmil, Orfeo, igual que hicimos todos nosotros, porque así nos lo exigió Amergin, que también nació brigante. Aito es un campeón sin patria oficial, que muchas patrias desean tener como amigo y no como enemigo...
-¿Un campeón sin patria oficial? -se extrañó el bardo- ¿Por qué?
-¿Cómo explicártelo? –respondió Turos sonriendo, incapaz de encontrar en la lengua franca que usaban, una denominación que Orfeo pudiese entender para describir el status de su líder- ...Verás, desde que el mundo es mundo, siempre hubo y habrá dos clases de hombres: los nómadas y los sedentarios, los amantes de la libertad y los amantes de la seguridad, los locos idealistas para quienes la vida se mide sólo por sus momentos intensos y la gente “realista”, apegada a las cosas aparentemente sólidas y estables. Nosotros los llamamos los hijos de Banda y los hijos de Cosus.
-¿Estás hablando de los seguidores de dos dioses diferentes?- quiso aclararse Orfeo.
-No, en realidad (y tú puedes pensar como quieras), yo creo que todos los dioses son el mismo Dios, que es nuestra madre y nuestro padre al mismo tiempo, aunque unas veces se porta como madre y otras como padre... De la misma manera, Banda y Cosus son sólo aspectos determinados de ese dios, igual que la divinidad local de cada tribu.
-¿Y como representáis a Banda y a Cosus?
-Ya te dije antes que las tribus Gal no hacemos representaciones de la divinidad, porque hay que guardar las cosas importantes en secreto, para que sigan siendo importantes, pues todo aquello sobre lo cual el hombre puede hablar con total libertad y de manera vulgar se banaliza… además, entre la gente común de nuestro pueblo están muy generalizadas todo tipo de magias inferiores... La verdad, a mí no se me ocurre como puede ser expresado algo tan grande, tan profundo y tan intangible como la Divinidad mediante las manidas palabras o las imágenes materiales que nosotros mismos hemos creado para entendernos en nuestro pequeño mundo -Turos rió, guiñando un ojo para Orfeo-. Amergin contó que algunos navegantes griegos que conocieron el País de los Gal nos tomaron por ateos o demasiado salvajes porque no teníamos ídolos, ni templos,  ni hacíamos ceremonias.
-Los Gal “normales” tal vez, pero vosotros  sí que hacéis ceremonias: cantáis y rezáis juntos varias veces al día. Hasta en medio del combate lo hacéis... –observó  Orfeo.
-Bueno... no es que seamos muy ceremoniosos, lo que pasa es que cantar y rezar juntos, nos mantiene unidos  en una misma frecuencia… –rió de nuevo-. En verdad, la comunicación con la divinidad, igual que esa otra entre los amantes, es una cosa más íntima e individual que social o pública... cuando esa comunicación se hace social, también se banaliza... la gente común entre los Gal levanta aras de piedra, sí, y le dedica sacrificios a los aspectos de la divinidad cuyos favores creen que pueden conseguir, a cambio de algo que les suponga algún tipo de sacrificio, pero ante  esas aras no colocan imágenes. Y no solemos hacer templos sino, como mucho, algún refugio para guarecernos de la lluvia cerca de un lugar sagrado muy frecuentado ¿Qué mejor templo para un dios que un bosque de robles, la cima de un monte o una cascada?
            Durante la batalla –siguió Turos, ante el evidente interés que mostraba el tracio-,  los Brigmil sabemos bien cuando la diosa Banda está entre nosotros, porque, ligados por el canto como estamos, en medio del furor del combate se ve o se siente como una aureola luminosa , como la de la luna, que sale de la frente del guerrero que está todo él puesto en la lucha, convertido en la lucha misma, en ese instante. Esa aureola es Banda, la misma que aparece ante un héroe recién muerto para conducirlo, bajo la forma de una corneja, un cuervo, un buitre o un ave marina cualquiera, hasta las Islas de los Bienaventurados, que es el mejor lugar a donde se puede ir, si te lo has merecido.-
-¿Quién va allí, Turos? ¿A quién escoge Banda?
-A cualquiera que muere herido de frente, tras una vida breve pero intensa, basada en honrar la propia dignidad y el compromiso libremente elegido, en superar siempre el desánimo, en seguir al propio corazón y en no dejarse fascinar por las riquezas ni por las mujeres, ni por las comodidades ni por los placeres aparentes, que convierten a un guerrero en sólo una barriga y a un espíritu joven en un espíritu viejo.
-¿Y Cosus?
-...Cosus es otro aspecto de la Vida -siguió Turos-. Algo así como el otro plato de la balanza igualmente necesario, en el equilibrio de fuerzas, para que el mundo exista. Cosus es solar, tiene que ver con la ley, con el orden comunitario, la jerarquía social, la continuidad, lo sensato, lo responsable... y es el complemento viril de la Diosa Madre. Por ejemplo,el Jefe de Guerra de los brigantes se convierte en el Cosus local cuando es elegido para casarse, durante un año y trece días, por la mujer que representa a la Madre Tierra, detentadora de la soberanía de la tribu, la Reina Loba, la Abeja Reina, o cualquier otro título, según el tótem del lugar...  Cosus es el dios masculino de la comunidad fija y bien organizada, hijo y esposo de la Gran Madre. Banda, sin embargo, es el espíritu que crea, protege, fortifica, goza, devora y gesta y da la inmortalidad a las fraternidades de guerreros libres como nosotros.
-¿Libres? ¿No estáis a las órdenes del rey o del jefe de la tribu? -preguntó Orfeo.
-Libres –confirmó Turos-. El rey o jefe de la tribu, elegido por el Consejo de Ancianas, tiene sus propios guerreros y guerreras a sus órdenes... él encarna los poderes ejecutivos y oficiales de la tribu, pero las fraternidades de guerreros libres, igual que las fraternidades de “Los Que Saben”, no le debemos obediencia, aunque sí respetamos a las comunidades de donde procedemos y a sus Consejos de Ancianas. La razón es que, a veces, uno de estos reyes se porta mal o se resiste a abandonar el poder, como está mandado, después de un año y trece días; y se convierte en un tirano, apoyado por sus partidarios... Y somos nosotros los encargados de bajarle los humos y de devolverles sus libertades individuales a los miembros de la comunidad.
-¡Pero entonces, para el jefe de la tribu vosotros debéis ser algo así como una cuadrilla de bandidos o de piratas incontrolados! -se atrevió a decir Orfeo.
-¡Para algunos lo somos, a veces! -rió Turos con ganas- y más de un rey acabaría con nosotros si tuviese fuerza para ello... pero a las Madres de tribu y a las comunidades les parecemos necesarios.
- Supongo que porque los Brigmil serán un buen ejemplo a imitar – dijo el Bardo.

Turos lo miró de soslayo un poco sorprendido, y, durante largo tiempo, no dijo nada, meditando interiormente. Por fin, se arrancó:
-La mayoría de nosotros  somos gente que ha cometido errores y crímenes horribles, Orfeo, no bastaría que nos matasen para compensarlos -y su joven y agraciado rostro se oscureció, como si de repente, hubiese envejecido muchos años- , Pesadísimos remordimientos hicieron que nuestras almas nos acabaran lanzando a la peregrinación purificadora por el Camino de las Estrellas. De una manera o de otra, todos acabamos encontrando al Maestro Amerguin  y a Aito, su principal discípulo, casi al final de él… Algunos de nosotros luchamos contra uno de ellos o contra ambos con nuestras últimas rabias y prepotencias y mañas y fuimos vencidos. Nos perdonaron la vida  con la condición de que nos consideráramos muertos y renacidos para consagrar nuestra nueva existencia a transformarnos en seres humanos mejores y convertirnos en dignos Guardianes del Plan Evolutivo para un mundo mejor.

Los Gal, desgraciadamente, -siguió- como muchos otros pueblos de esta Iberia demasiado joven, están siempre peleando con su vecino más próximo con la mayor ferocidad por cualquier causa. Pueden pactar con nosotros para que les resolvamos un problema y nosotros, si nos parece justo, se lo resolvemos rápidamente, haciendo arbitraje o por la fuerza. Siempre defenderemos a una tribu vencida para que no llegue a ser exterminada y no permitimos que una tribu poderosa intente tiranizar a todas las demás...  

…Además nos ocupamos de defender de invasiones exteriores o de piratas a todo el país de los Gal y a sus vecinos, sin discriminar a ninguna de sus naciones o tribus; y de mantener abiertos los caminos que llegan a él. Muy especialmente el Camino de las Estrellas, que es una de las principales líneas de contacto entre muchos Vórtices o Polos Evolutivos del cuerpo energético de la Madre Tierra, un reflejo sobre este planeta del camino evolutivo que siguen los astros que conforman el Gran Dragón Luminoso que cruza el cielo nocturno  de Este a Oeste, como muy bien sabemos todos los Brigmil, pues fue él quien nos ofreció las iniciaciones progresivas que necesitábamos para transformarnos.
Venimos ahora mismo de poner paz en los Pirineos Centrales entre  varios clanes de una misma tribu que  estaban matándose entre sí e impidiendo la circulación segura por  el Camino Sagrado…no nos marchamos de allí hasta que se reunieron todos en un solo Consejo que analizó las causas del conflicto y desterró de allí por siete años a los más irreconciliables instigadores de ambos bandos, con sus familias.
Orfeo comprendió inmediatamente en su corazón de que tribu estaba hablando su interlocutor. No dijo nada, pero se alegró infinito de que aquel conflicto hubiese terminado.
-De ninguna manera permitimos el bandidaje en el Camino Sagrado-siguió Turos-.  Quienes lo profanan, como la gente que te aprisionó, sabían muy bien que no podían esperar ninguna piedad de nosotros. Destruimos sus cuerpos en esta encarnación, aunque después los quemamos con el mayor respeto, al tiempo que cantamos himnos para sus almas e invocamos a nuestros Espíritus Guías, para que las ayuden a encaminarse a planos intermedios de la Dimensión Astral, donde se las purificará y conscientizará en un mejor nivel.
…Esa es la utilidad de los Brigmil y por eso nos respetan y aprecian los Consejos Tribales- terminó el joven guerrero- ya que los jefes o reyes tribales, al contrario que nosotros, sólo pueden actuar por intereses parciales y en el momento oportuno.
-No lo entiendo muy bien... -dijo Orfeo.
-Si los brigantes, por ejemplo, van a por una partida de bandidos vetones, el rey de los vetones, por compromiso de sangre, tiene que protegerlos aunque eso suponga  declararle la guerra a los brigantes ¿Comprendes? Pero si somos nosotros los que eliminamos a los bandidos, no hay problema, ya que entre nosotros hay brigantes, vetones, ártabros, astures y de otras muchas tribus Gal, como celenos, helenos, grovios, brácaros, e incluso muy bravos lusitanos. Y todos saben que no actuamos por ansias de dominio o de pillaje. De la misma manera servimos de puente para restablecer buenas relaciones entre unos y otros.
-¿He oído bien? ¿Has dicho helenos? -se asombró Orfeo-  ¿Es que hay griegos entre vosotros?
-Griegos, no hay. Pero helenos, haylos –dijo Turos sonriendo y colando un giro jocoso de su propio idioma en la lengua franca-. Yo soy un heleno.
-¿Tú?
-Sí, la tribu entre la que nací en el litoral sur del país de los Gal se llama la de los Helenos, pero, aunque hace muchos años que aparecen naves mercantes del Mediterráneo por allí, mis paisanos no son griegos, sino oestrymnios que vienen de un antiguo linaje ligur, igual que los astures lugones. Estábamos allí desde mucho antes que los Brigantes llegaran de oriente, ellos dicen que de un lugar remoto llamado Escitia, con la intención de conquistar nuestras hermosas rías. Entonces los helenos nos aliamos con los Celenos y los Grovios, nuestros primos y vecinos, y los rechazamos. Se tuvieron que marchar, con viento fresco, a buscar su lugar más al norte.
-¿... Con viento fresco? -repitió el tracio, que no había comprendido el juego de palabras.
-Sí, con viento fresco –rió Turos-, porque allí en el norte el clima es mucho más frío, ventoso y húmedo que en mi tierra. Tribu frente a tribu, siempre hemos sido rivales y nos peleamos muchas veces; tantas, que a pelear le llamamos “brigar”. Pero aquí, entre los Brigmil, somos hermanos del alma.
Orfeo  se acordó, de pronto, de la narración que el bardo Jacín había hecho en el Pirineo acerca de aquella guerra arcaica entre los atlantes y los ligures helenos, parte de la cual se había librado en Iberia.
-¿Y de donde vendrá esa coincidencia de nombre con los griegos? –preguntó.
-Vete a saber... ¿Los griegos toman el nombre del padre o el de la madre?
-¿Los griegos? Siempre el del padre –contestó Orfeo sin entender por donde iba el guerrero.
-Entonces está claro –dijo Turos con malicia-... Los galaicos somos muy viajeros, seguro que llegó un heleno de los nuestros un día por cerca de tu tierra en un barco de cuero y le gustó a una griega. ¿No hay alguna tribu llamada los Brigantes en Grecia?
-Nunca había oído ese nombre antes de venir a Iberia.
            -Pues ya lo estás viendo –rió Turos-. La griega prefirió al heleno y no al brigante.

Orfeo rió también, por cortesía, y se acordó de pronto de lo que le había contado el rey Alcínoo sobre las leyendas de bardos cretenses que hablaban de que los aqueos descendían de los íberos Mirmidones venidos de las Baleares, que se habían juntado en las bocas del Ródano con otra tribu de íberos llamada los Helenos ¿Serían los antepasados de la tribu de Turos? ...Pero uno no se podía fiar de los nombres; hay nombres muy parecidos en países diferentes, en continua transformación a cada dos o tres generaciones y cuando los extranjeros los oyen, los deforman todavía más.

-¿Y en calidad de qué os vais a juntar ahora con los brigantes para colonizar esa isla del Océano? -preguntó, para regresar al primer tema.
-En calidad de aliados, naturalmente, ante los que no se debe bajar del todo la guardia, por si acaso... nuestro jefe, Aito, se asocia con el jefe de la expedición de los que quieren ir a la Isla del Destino, Breogán,  y actúan coordinadamente, pero nosotros sólo tenemos compromiso con Aito. A nosotros nos interesan los brigantes porque ellos ponen las naves y la intendencia y a ellos les interesamos porque somos un cuerpo seguro y fuerte de probados campeones que no retroceden ante el peligro de muerte y que siempre respetan sus propios códigos del honor y sus pactos, una vez que nuestro jefe jura por el dios por el que su tribu jura. Tenemos un gran prestigio: los jóvenes más bravos de cada tribu sueñan con ser admitidos entre nosotros, aunque saben a cuanto tendrán que renunciar y a que hacemos una buena criba. La vida de lobo errante es sólo para gente muy sufrida y desapegada.
-¿Y si llegáis a conquistar la isla, no os uniríais después para administrarla? -preguntó el bardo.
-No lo creo, tenemos intereses diferentes: los brigantes van allí porque tienen ocasión de descubrir y colonizar una nueva tierra, que todos nuestros antepasados intuyeron y buscaron; y nosotros vamos por la aventura misma y por nuestra propia gloria, siguiendo la visión que tuvo nuestro líder, y luego... ¡a otra! Es más, Aito dice que su trance dio para percibir que, más al oeste de esa isla, a gran distancia tras las nieblas oceánicas, hay otras mucho más grandes, bellas y luminosas por las que podríamos seguir luego... y que un día nuestro linaje llegará hasta todas sus playas, siguiendo al sol sobre la llanura de las aguas y que una buena parte del mundo acabará hablando nuestra lengua...
Orfeo escuchaba las ingenuas y entusiastas fantasías de Turos y pensaba que aquellos guerreros libres eran los últimos vestigios de un mundo primitivo y joven que cada día se hacía más y más sensato, viejo, cuadriculado, materialista y opresivo. El espíritu de los Brigmil, salvando las distancias entre un pueblo bárbaro y otro civilizado, le recordaba el que había sentido, tantos años atrás, junto a sus compañeros, los argonautas, en aquella épica expedición en busca del Vellocino de Oro, que había despertado enseguida la avidez de sus compatriotas, interesados en dominar las rutas del Bósforo y del Mar Negro y el comercio con Asia.
Una fraternidad libre de guerreros andantes que todavía intentaban disfrutar de los rústicos frutos de la naturaleza salvaje, como parecía proclamar su enseña recién ganada, y vivir como habían vivido nuestros antepasados cazadores y recolectores, sin otro interés que sentir a plena llama sus propios conceptos de libertad, heroísmo y gloria, no tenía el menor futuro en los tiempos que corrían.
Una manada suelta de errantes lobos humanos durmiendo al raso y abrigándose lo mínimo, que despreciaban las comodidades del sedentarismo junto con sus cadenas de dependencia y rutina y que no obedecían sino a su propio código del honor, era ya sólo posible, tan cerca del mar, por donde la civilización llega, en un territorio remotísimo y montañoso aún cubierto de grandes bosques, sólo habitado por pequeñas tribus desunidas y continuamente enemistadas entre sí, como las del extremo noroeste de Iberia, donde no había surgido aún una estructuración social con poder suficiente para obligar a los espíritus marciales a convertirse en obedientes funcionarios del estado, como acabó ocurriendo en las comarcas griegas.
A medida en que la caza escaseara y se extendieran la agricultura y la ganadería por pura e imperiosa necesidad, la naturaleza pura se iría convirtiendo, aquí también, en campos cultivados de propiedad privada o comunitaria cada vez más divididos, parcelados, vallados y reglamentados. El mundo todo se perfilaba hacia un futuro de reinos e imperios despóticos, al modo oriental, en el que toda aquella espontaneidad individual de los primitivos europeos, su libre circulación y su independencia acabaría siendo declarada ilegal y perseguida.
Eran ahora las mujeres jóvenes quienes danzaban ante las hogueras, abundaban las rubias y pelirrojas de espléndidas cabelleras, vestidas con cortas túnicas rojas o negras, formando cuadros lineales que se transformaban en coros circulares o espirales al son de gaitas y tambores, En sus  danzas, mantenían el cuerpo completamente recto y erguido, igual que habían hecho los varones, desplegando toda s sus gracias femeninas en deliciosas circunvoluciones sobre la punta de los pies, en marcar vibrantes ritmos al unísono con punteras y tacones, en levantar todas al tiempo una pierna hasta  la cintura o en dar saltitos verticales que las hacían  parecer alegres pájaros, hadas o gacelas.
Cuando se acabó la música, tres de las más bellas danzantes vinieron hasta Turos y se lo llevaron riendo, cogido por ambos brazos. Apenas pudo el  Brigmil heleno sonreírle por un momento, antes de dejarse arrastrar por ellas. El bardo se alegró de la suerte de su amigo, pero sintió algo de envidia en su corazón. Para contrarrestarla, se levantó también y se fue a dar una vuelta por la fiesta.

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